Wednesday, November 21, 2007

Sobre el adios y las canciones que repites todo el dia

Norma nunca supo como despedir una conversación de teléfono. A pesar de que fue contratada como secretaria en una empresa de inyección de plástico que hacía los envases de los conocidos Chap Stick, durante 3 años nunca supo hacerlo y esto incorfomaba a sus interlocutores. Veamos un ejemplo:

Norma: El ingeniero Ballesteros me dice que ya están listos los nuevos envases.

Interlocutor: Ah, muchas gracias.

Norma: Adiós.

Y en menos de un segundo colgaba.

El interlocutor (y supongo que cualquier persona) podían considerar este "adiós" como una despedida, el problema es que por más que uno tenga la mente perceptiva, este "adiós" parece ser una despedida definitiva, para siempre. Por el contrario, en un "hasta luego" común y corriente había tanto entendimiento de que las personas volverían a tener comunicación que la mayoría de la gente siempre decía "hasta luego". Así dejaban atrás sus miedos de "no voy a volver a verlo".

Norma infundía miedo y confusión en sus clientes, y a la compañía le resultaba un misterio saber qué hacer con ella. Amilcar, su jefe, cada vez la alejaba más de las conversaciones telefónicas y esto provocaba que Norma pudiera escuchar más música reproducida en su computadora.

Un día Norma escuchó una canción en la radio que le gustó mucho. La bajó de Lime Wire y la repitió 100 veces, hasta aprenderse cada palabra, cada cambio de notas, cada suspiro. Era su canción favorita y no dejaba de oirla y de cansar a sus colegas que se veían obligados a escucharla también, por el hecho de compartir la misma oficina. Esa canción era: "Angels" de Robbie Williams.

Amilcar pensó en una solución. Marcó la extensión de Norma y cuando ella contestó, él le dijo las siguientes palabras:

"Estás despedida. Adiós" y colgó.

Norma regresó tres días después por su cheque y tras cerrar la puerta, todos sus compañeros comenzaron a reirse, pues Amilcar les había contado lo del "adiós".

Friday, November 02, 2007

Urgencias

Según una teoría neopsicológica, el timbre de voz de las mujeres hace que los hombres no les pongan atención. Algo estúpido por cierto, pero significativo para la vida de Vidal Antunes.

Vidal nació con un problema de nacimiento: tenía una cuerda vocal de más. Así que cada vez que hablaba se escuchaba un sonido casi imperceptible e insoportable.

Sus padres lo corrieron de casa cuando llegó a la edad de 15 años y se convirtieron en personas felices. Vidal al principio tenía amigos, pero ninguno le duraba más de 3 meses (ese era más o menos el rango de tiempo en que una persona normal podía soportar ese sonido).

Tras salir de casa, el joven Antunes se hizo indigente en un hospital público. Se sentía útil porque barría todas las mañanas el pasillo de urgencias, además –después lo descubrió– lo tranquilizaba.

Una noche, cerca del Ángel de la Independencia, una joven que adoraba el negro se cayó de la bici y el golpe de su cráneo contra el asfalto la dejó inconsciente. María (ese era su nombre) fue llevada al hospital más cercano. La bajaron y la pusieron en una camilla de aluminio que pasó por donde Vidal barría en ese momento.

Antunes le llevaba el desayuno y la paseaba por todo el hospital.

Los doctores diagnosticaron pérdida parcial del oído. María era probablemente el único ser humano que podía oir casi todo, excepto la tercera cuerda vocal de Vidal.

Se casaron en el pasillo, María se hizo conserge del hospital y Vidal continuó siendo un indigente respetado, pues mantenía el pasillo de urgencias siempre limpio y reluciente.