Monday, September 22, 2008

Jonás y la prostituta

Cuando Jonás salió de la terminal de autobuses, le dio la impresión de que Monterrey estaba debajo del mundo, pues la primera calle que vio, Colón, estaba debajo del metro. Jonás, con una sonrisa, entendió por qué debería ser exitoso en la capital nuevoleonesa. Había mucho trabajo que hacer, pero primero debería acostarse con una de las regiomontanas y para ahorrarse tiempo en cortejo buscó un lugar donde hubiera prostitutas.
Encontró tras una vuelta a la izquierda, otra a la derecha y una más a la izquierda, y después de varias cuadras, un lugar llamado 620. Atravesó un pasillo de 20 metros y finalmente llegó a un salón lleno de espejos y con unas 35 mujeres sentadas en bancas de hospital. Jonás saludó cortésmente a cada una de ellas y tras palpar el hombro de todas se decidió por la penúltima de izquierda a derecha. Se llamaba Yadira.

Hizó el amor con tranquilidad, después se recostó a lado de Yadira.

Yadira: ¿con cuántas mujeres ha estado, don Jonás?
Jonás: Háblame de tú, no soy tan viejo...
Yadira: ¿con cuántas mujeres has estado?
Jonás: tú eres la segunda.
Yadira: no te creo.
Jonás: no importa si me crees o no, es la verdad.
Yadira: Y la otra... era tu novia
Jonás: no, era una prostituta igual que tú
Yadira: (algo triste) yo soy especial
Jonás: lo eres en la medida de tu nombre, no de tu profesión, como todos
Yadira: ay, papito, dices cosas tan hermosas, no las entiendo pero son hermosas
Jonás: dime Jonás, me gusta más que papito
Yadira: está bien, ¡Jonás!

Y así platicaron una hora más, e hicieron el amor con una tranquilidad semejante a las pausas que hay cuando conversan dos japoneses, ya sea de negocios o de encuentros amorosos.

Jonás le habló con tanta (aparente) sinceridad que Yadira le contó sobre muchos de los negocios que se practicaban ahí, desde la agricultura, la piratería, hasta la industria cementera y los tabledance. Además, le comentó Yádira, aquí hay mucho narco. Yadira también le contó que no se había sentido tan complacida desde su primer amante, un joven llamado Víctor. Jonás no le creyó por supuesto.

Jonás salió del 620 y caminó hacia el sur. En una de las esquinas leyó calle Villagrán. Poco a poco se daba cuenta de que la ciudad no estaba tan debajo del mundo como al principio le pareció, pues ahora veía hacia lo lejos el claro del cielo y algunos cerros pintorescos.