Friday, October 09, 2009

Jonás, los policías y otras cosas

Ya dormido, bañado y fresco, Jonás salió del hotel. Caminó por una calle de grandes edificios y cuando se topó con el de menor tamaño, dio vuelta a la izquierda para dirigirse a la Macroplaza. A su costado avanzaban los coches, los camiones y los taxis. Antes de llegar, notó que el adoquinado de las calles cercanas al palacio de gobierno tenía forma de croquetas de perro.

El calor era duro y cosa seria, ni cómo esconderse de él. Las personas que caminaban por la plaza seguían frescas y suaves. Jonás tomó asiento en una banca y observó a los paseantes con la mirada de quien busca ver un rostro en movimiento desde el reposo. Nada pasaba. Jonás estaba en un desierto, además ya casi no quedaba nada de ese desierto, pues casi todo estaba cubierto por asfalto, cemento, sillar, etc.

Caminó hacia otros edificios que desde lo lejos parecían pertenecer a personas importantes de la ciudad. Conforme se acercaba, Jonás se dio cuenta que eran más bien hoteles y que esos hoteles hospedaban a personas importantes del mundo.

De una de las puertas de estos hoteles salió una pareja de policías que avanzaba en el mismo sentido que Jonás. No pudo escuchar la conversación de estos policías mientras avanzaban, pero tras unos 20 pasos los policías se tomaron de la mano y continuaron su camino.

Aldrete de pronto recordó que algunos amigos suyos le habían dicho varias veces que Monterrey era conocida también como Montegay debido al gran auge de los homosexuales a finales de los años ochenta. Y que ese despertar era una inspiración para las demás ciudades de la república.

Jonás vio una oportunidad en ello.

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