Wednesday, April 01, 2009

Posdata

A veces se quiere arrojarlo todo. Acercarse a la orilla del acantilado y mirar, no hacia el horizonte, sino a las rocas, a la arena, a los árboles que hay debajo, con la cosquillita de decir "ay Dios, qué tan cerca estoy, estoy así de cerca" y hacer un ademán de pequeñez, porque así de pequeña es la oportunidad y de grande la tentación. Y retroceder, subir al automovil, encenderlo con decisión y ganas de avanzar, así de ganas y así de cerca. Pero poner reversa, dejar atrás las piedras, la arena y los árboles. Avanzar a toda velocidad hacia la ciudad donde te esperan todos, en una fiesta, que además no saben que te desviaste en el camino. Estacionar el coche, ponerte la corbata, sacar la botella y las botanas, y después tocar el timbre. Saludar a todos con un estrechón de mano y un abrazo "qué gusto" ves en las caras de ellos y ellas. Sentarte en el sofá, después de encender un cigarrillo y abrir una cerveza. Y por último, arrumbado en el sofá, decir: "ay Dios, qué tan cerca estuve, estuve así de cerca..."