Thursday, September 20, 2007

Sobre la felicidad

Jamal Batres vivía solo, completamente solo, en un pequeño apartamento que heredó de sus padres. No laboraba, vendía chicles hasta que se acordó que había estudiado Letras Españolas y consiguió un buen trabajo, aunque era algo pesado.

Jamal se había desacostumbrado a la vida laboral –de hecho nunca la tuvo (lo más cercano a ello fue la escuela y el servicio social)–, tanto que le costó gran esfuerzo encarrilarse en ella.

Era editor en un área de investigación de una empresa de innovación tecnológica y recursos humanos. Ayudaba a los investigadores a escribir, ya que estos eran pésimos. Entraba a las 7am y salía a las 6pm, de lunes a viernes. Los sábados iba sólo hasta el mediodía. Durante esas once horas laborales, a cualquier ser humano se le antojaría ir al baño a defecar. Jamal no fue excepción, pero su problema era que siempre que tenía necesidad de ir pasaba algo: alguien entraba, el baño estaba ocupado, se iba la luz, su jefe le encargaba hacer algo, etc. Así, el no tan joven Batres conoció la felicidad.

Jamal se aguantaba las ganas toda la jornada y cuando llegaba a casa iba al baño a ser feliz, esa es la verdad.

Sin embargo, a Batres le duró poco esa satisfacción porque cada vez le dolía más el estómago y aparecieron las incómodas almorranas, y otros dolores y padecimientos como el estreñimiento.

La compañía lo indemnizó con una fuerte suma de dinero y Jamal no volvió a trabajar.

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