Tuesday, November 22, 2005

Ucello y el poeta

Paolo Ucello no quiso saber nada más del mundo que no fueran las líneas y su perspectiva. Inició su formación artística en el taller del escultor Ghiberti, pero pronto se alejó de los pintores del momento. Compró una casa en Florencia donde se encerró por muchos años.

Un día, a cada crítico de arte de la ciudad le llegó una invitación

"Paolo Ucello, lo invita a la revelación de la pintura
la crucifixión de Jesús el martes después de las cinco."
Llegaron todos los invitados a la casa, Paolo comentó que era su mejor obra, (incluso mejor que sus "condotieros") y que pronto averiguarían por qué. Después hizo descender la manta que cubría un lienzo de dos y medio metros de ancho por cuatro de largo. Cuando cayó la manta, los ahí presentes se quedaron mudos. La obra mágnifica de Ucello era sólo líneas, trazos geométricos que no formaban ninguna figura, unidos en vértices y dispersos en el cuadro.
Los críticos pensaron que el maestro del Quattrocento se había vuelto loco.
Esa obra quedó en el olvidó, Marcel Schwob sólo la refiere en sus Vidas imaginarias, pero el poeta neorromántico, Clementino, asegura que años después se utilizó de leña para calentar la casa de los abuelos de Mondrian.
Como haya sido, le conté esta historia a un amigo que, creo yo, sigue los mismos pasos que el pintor renacentista. Él es un poeta brillante y destacado por escribir bien desde sus diecisiete años. Cuando fui a su casa (un pequeño cuarto que rentaba en el Barrio Antiguo de Monterrey) a tomarme unas cervezas, quiso mostrarme su mejor obra en ese entonces: me enseñó triángulos equiláteros, trazados a veces con palabras, a veces con líneas a mano alzada.
Cuando le hablé acerca del artista florentino comenzó a saltar de un lado a otro, dibujó algunas figuras en la pared, rediseñó su triángulos y borró los anteriores.
Contrariado por la situación preferí irme.
Ahora mi amigo trabaja de obrero en una fábrica, sigue haciendo muy buena poesía. En ocasiones me escribe para darme algunos pormenores de su vida y asegura que está por encontrar la forma de hacer poemas fractales perfectos.
Me pregunto cuántos artistas llegan a esos momentos de lucidez tan raros. Es evidente que Ucello antecedió la obra de un pintor holandés, y aunque no estoy seguro de que la poesía de mi amigo lo haga también, lo que me asombra es la suerte de la abstracción, lo magnífico que llegan a ser las líneas perfectas. Al final, eso explica por qué tenemos la sensación de que vemos tres dimensiones en una pintura, y por qué un par de palabras evocan espacios tan gigantescos.

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